Recibía la vianda con precisión suiza todos los santos días, a las 12 la misma santísima comida: sopa, puchero, un día pasta, al otro no, un día pasta, y así se pasó en la pensión del club tres años. Prometía tanto que su padre, un hombre descreído de la vida y de sus cinco hijos, juntó todos sus ahorros para ayudarlo. El sueño se terminó después de una tremenda corrida donde los jugadores contrarios pasaban como las rayitas en la ruta. Cerca del banderín del cornet, un hachazo del número dos produjo una caída que lo dejó fuera de las canchas y de la imperiosa necesidad de corresponder todas las expectativas generadas.
-En casa no faltaba nada, teníamos lo básico, pero igual todos esperaban salvarse conmigo. Por eso sentía que los fallé.
Mientras la Promesa desarmaba el bolso en su casa, el genocida de Galtieri y su comitiva inventaban una guerra en nombre de la patria y dIOS. En la familia se trasformaron las expectativas: ahora lo que había que salvar era el país y le cargaron la mochila de símbolos que no significaban nada y se diluían en el vaso de Johnny Walter del general.
-Yo no quería ir, me quería fugar al Paraguay… estaba confundido. Creo que terminé en combate por mi familia.
De regreso, duró dos meses soltero y al año esperaba su primer hijo. Hoy disfruta de la pesca y mata los recuerdos en las reuniones de ex combatientes. Me aclara, como contándome un detalle, que las guerras no sirven y que ser hombre es otra cosa.
Me quedo pensando en los machitos que gobernaban con la picana y la biblia y de los chicos que pensaron irse a la mierda. ¿Cuanto pesaba la mochila celeste y blanca? Se nota en sus palabras el intento de justificaciones que no hacen falta y lo inconfesable en otros ámbitos se hace palpable. Escupir y desahogarse se hace necesario para los ex combatientes, una urgencia que no necesita de las banderitas y medallas.
Me quedo pensando en los machitos que gobernaban con la picana y la biblia y de los chicos que pensaron irse a la mierda. ¿Cuanto pesaba la mochila celeste y blanca? Se nota en sus palabras el intento de justificaciones que no hacen falta y lo inconfesable en otros ámbitos se hace palpable. Escupir y desahogarse se hace necesario para los ex combatientes, una urgencia que no necesita de las banderitas y medallas.
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