Pasó sin
gloria y con mucha pena el debate sobre el Wachiturro acusado de abuso. Las discusiones
se dividieron entre catálogos básicos: puta, negro cabeza, puta y negro cabeza.
Se escuchó la pregunta de siempre ¿dónde están los padres? Hablaron los
abogados, se pidieron y proyectaron los años de cárcel y en una combinación
perfecta también tuvo micrófono la “gente”.
Hace un
año Strauss- Kahn (pope del F.M.I en su momento) era acusado de intentar abusar
de una trabajadora en uno de los hoteles más lujosos de New York. Todo fue
tomado con pinzas, alfileres, dedo pulgar e índice, todo estaba por probarse,
incluso podía ser una trampa para sacarle algo de dinero al poderoso. Silvio
Berlusconi también tuvo lo suyo pero con unos detalles: él es un seductor y no
puede contener sus encantos fue la justificación perfecta para todos.
Volvamos
con el caso Wachiturro. Acá sí que hubo un acontecimiento.
Los dos protagonistas comparten una condición y ejemplifican a lo popular: a) la
cumbia, el éxito fácil, la negación y exclusión cultural de siempre y b) la
niña de “sexualidad promiscua”, de fotos provocadoras, sin padres que la
eduquen. ¿A quién cargarse con una catarata de insultos? Puta y negro cabeza:
ninguno de los dos mereció mayores reflexiones, porque la incontinencia verbal
está a la orden y los medios para expresarse se potencian y no dan cabida para
nada más.
No hay
nada nuevo en el diccionario micro-fascista del argentino/a medio. Pero está vez,
en parte, se tuvo que repartir entre el negro y la puta. Y tampoco sorprende
que la falta de novedad argumentativa, porque de la reiteración vive, no existe evidencia que pueda con un discurso estereotipado. Y menos aun en
la conjunción perfecta que nos dio el caso Wachiturro.
Fueron momentos
de gloria para los espacios virtual, el foro de la La Nación se vio inundado
mierda, Facebook también. Todos querían exclamar sus opiniones y la
instantaneidad requiere de frases cortas o una imagen que lo diga todo sobre el
tema, para pasar a otro y opinar lo mismo ir a la esencia. ¿Y los medios qué? ¿Acaso
no podían distorsionar la imagen de la piba? Claro, habrán pensado: es de Tucumán
o de Santiago del Estero a quién le importa, no tiene parientes y ni un mango
para un abogado: expongamos la foto y que la “gente” diga si tiene cara de
puta, cuerpo de puta, pose de puta o sólo son impresiones de primera mano; eso sí
ojito con hablar mal de Strauss- Kahn y Berlusconi.
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