Stanley Kubrick fue director de
cine. Los que saben dicen que dotó de prestigio a géneros menores del cine, por
mi parte digo: El Resplandor es un peliculón. Esa es la diferencia
argumentativa entre los que saben y los que no saben ni mierda. Argumento a: “dotó
de prestigio a géneros menores”; argumento b: “es un peliculón”. Como fuere,
los dos calificativos van en la misma dirección: el tipo fue un groso (b).
También dicen que el hombre no
llegó a la luna y que nuestro querido Kubrick fue el director de orquesta que
se encargó de filmar el suceso que ponía a Estados Unidos por arriba de la
Unión Soviética en la carrera espacial. Y si filmó, por qué no suponer que fue
el autor de la famosa frase “un pequeño paso para…” ¿acaso toda gran obra lleva
un gran guión?
Es aburrido, abrumadoramente
aburrido, quedarse con la idea de un gran director de cine. ¿Por qué no darle
un protagónico en la historia mundial? Me imagino a la CIA secuestrando a Kubrick
una madrugada de domingo, un traslado en helicóptero con personajes de traje
negro, silencio, ninguna explicación. El encuentro con Richard Nixon y Henry Kissinger,
dos hombres que pudieron planificar dictaduras por toda América Latina, y
también, un viaje a la luna.
Pero (cómo sucede casi siempre) Kubrick
no se aguantó. Dicen, dicen los del tipo b, nosotros los de argumentos escasos,
los que no sabemos nada, los que no queremos aburrirnos, que en el peliculón El
Resplandor, están todas las pistas. El número de la habitación 237 es el mismo
número que la distancia que hay desde la tierra a la luna 237 mil millas. La alfombra del hotel se parece a una pista de
despegue con sus figuras hexagonales. Sí, y muchas pistas más, que gente del
tipo b usamos de excusas para ver el El Resplandor. Todo hasta que sepamos un
poco más de cine y tengamos argumentos más técnicos para hablar.