27 ago 2011

El siguiente texto no tiene cierre pero tampoco es relativismo puro





Uno de los problemas de pensar a Tinelli (su estética, sus discursos, su “éxito”, etc.)  es romper con los justificativos que lo rodean: si lo ve tanta gente por algo es… el tipo se hizo de abajo… que problema hay si entretiene, etc. Son el primer chaleco anti balas, y su efectividad creo que pasa por dos cuestiones: los valores que asumen las frases hechas y su constante repetición. Vamos por lo primero.

Las frases hechas son las costuras de la complejidad; cierran, atan, intentan clausuran toda discusión. Cualquier disputa cotidiana corre el riesgo de terminar en una fórmula que parece explicarlo todo. Por otra parte todas las justificaciones alrededor de Tinelli tocan fibras sensibles: “da trabajo”, quién puede estar en contra; “entretiene”, acá podemos hacer un paralelo con la selección de futbol y el pedido desesperado de que ganen algo en el 2002 para “hacer olvidar la cris”. Y si sumamos al combo a la “gente” -esa cosa amorfa e indefinible- representada por los números del rating, tenemos el armazón que lo protege, son convicciones: toda convicción es una cárcel decía el filósofo –me fui al carajo, pero vale. Alegría: una televisión que te muestra como el mundo se derrumba, como te pueden matar por unas zapatillas, te da también el entretenimiento para superar todos esos problemas que al verlos ya son parte tuya. Esfuerzo: sacrificio del tipo que supo ser humilde y ahora tiene millones, el sueño americano, por supuesto que esos millones no lo cambiaron. Aprobación: el público, la gente, el plebiscito constante, pareciera que lo único que podemos elegir en la vida es el programa de tele a ver. Las frases hechas deben su eficacia a los valores y significados que condensan en dos o tres palabras.
    
Cuando lo vi a Tinelli arrodillado me hizo acordar a Olmedo. Del chiste fácil y las bromas internas que sólo ellos entiendes, del doble sentido más elemental para hablar de sexo, de mostrar el detrás de escena; todos elementos que El Negro supo explotar tan bien. La repetición constante tiende a encontrar una efectividad que no habría que subestimar. No se trata de esperar que “la gente” se canse de ver Tinelli, caeríamos en la misma lógica de pensar al televidente y su elección como el primer y último justificativo. Sino de ver los elementos que hacen a Marce tan persuasivos. ¿Es un reflejo de la sociedad? Ahí volvemos al primer elemento: la frase hecha y totalizadora. 

Párrafo aparte para los gays. Olmedo jugaba mucho con eso, se hacia el puto (en esos términos, porque no es que se hacía el gay, se hacía el puto, con todos los estereotipos: siempre afeminado, siempre con ganas de coger, siempre de levante, siempre rechazado por el otro, siempre amigo de las mujeres). Tinelli no, pero eso no importa –los formatos de los programas son distintos- porque él tiene varios putos en escena: que se visten como putos, que hablan como putos, que siempre están de levante. Pero todo eso tiene un límite, una frontera que se rompe cuando se dice de manera clara: vos sos puto. El confesonario se rompe con la palabra. Ahí se termina, ahí dejan de ser putos para ser gays que no quieren hablar de su vida privada. Es más, ni siquiera son gays, no son nada, es un terreno al que no se entra.

Lo mismo para las mujeres que participan: se visten como putas, actúan como putas, insinúan como putas, compiten entre ellas como putas. La consigna es: hacer todo lo que –supuestamente- hacen las putas. Hasta que en alguna pelea cotidiana se las acusa de putas, ahí no, ahí se rompe la lógica de la representación, se asume el traje de mujer: el respeto, la mujer tiene un padre, un honor, tiene un marido, un honor, y un hijo al que cuidar. Aparece la cuestión de lo privado, lo íntimo como bisagra –individual. Las acusaciones aunque parecieran tener una dirección, nombre y apellido, pone bajo sospecha a todas; porque la respuesta a la acusación es la misma acusación: vos sos puta, ¡no!, vos sos la puta. Y ante la afirmación y la negación de la condición de puta se van mostrando los detalles más íntimos, el terreno ahora parece ser tan (in)alcanzable. No a modo de confesión: nadie dice no soy puta porque en mi cama blablá… sino más bien a modo de acusación: vos sos puta porque en tu cama blablá.        




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