Daniel lleva en su brazo izquierdo un escudo de Mandiyú, y desafía la identidad futbolera de un barrio que se dice Bostero hasta la médula. Me cuenta de su nuevo trabajo: cobrador del Banco de la Buena Fe, entidad cuasi financiera que entrega microscópicos créditos de 400 pesos a proyectos productivos “viables”.
Va saltando de casa en casa y de pozo en pozo para recaudar la cuota semanal de 12 pesos. Al final de la mañana nos tomamos un descanso mientras hacemos chistes muy serios sobre fondos buitres, la bolsa de valores, el interés como invento maquiavélico, de cómo la idea de los microcréditos, surgida en Bangladesh hace treinta años, se instrumenta en uno de los barrios más pobres de Corrientes. Sin respirar de tanto hablar, comenta muy serio mi amigo banquero: no hay que darle plata a los pobres, hay que enseñarles donde está guardada.
Foto: cerca de la terminal de San Francisco, Córdoba.
Foto: cerca de la terminal de San Francisco, Córdoba.
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