
Disney no dio buena fama a las lechuzas. Siempre en la noche, con sus faroles, posados en ramas que simulaban manos maléficas, anunciando el inminente julepe. Pero el amigo de la foto dibujó algo más. Su mirada me contaba la gran quimera de la presencia absoluta, como en una novela de Orwell, él todo lo ve. No podía reflejarme en su autoridad, porque no soy parte de su rebaño, de todos modos no sentía su condena por entrar en una iglesia abandona, eso me lo dejaba a mi. Lógico, me absolví ante cada disparo de la cámara y me fui pensando que tengo ganas de apostatar. Un viejito lindo, de tintes rojos y negros, me explicó hace unos años: mirá, si queres que te den de baja en la iglesia tenes que mandar una carta al arzobispado pidiendo que te saquen del registro de los bautizados y listo nene.
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